Algo en común

Es curiosa la sensación extraña y con cierto punto desasosegante que se puede sentir cuando descubres que con alguien que consideras un amigo, sólo te une una única cosa después de casi veinte años de relación.
 
Extraña, sí, porque parece que todos los puentes que suponías se tendían entre esa persona y tú, se han ido volatilizando, destruyendo, hundiendo.
 
Desasosegante porque te planteas si realmente ha existido algo que podría llamarse amistad entre ambos o simplemente era una relación ficticia que hemos creado y que sin un acuerdo tácito entre nosotros -y eso es lo más curioso- se ha intentado mantener.
 
¿Y a qué viene todo esto? Pues a una reflexión que mua hacía mientras se duchaba esta mañana y analizaba un encuentro de hace un par de semanas con unos amigos en el transcurso del cual se planteó una de las situaciones más incómodas en las que te puedes encontrar: quedarte a solas con un amigo y no tener nada de qué hablar. Obviamente acabamos hablando de mil temas más para matar el tiempo que porque realmente tuviéramos ganas de mantener una conversación larga, es decir, saltábamos de un tema a otro sin profundidad y con esa sensación desconcertante de que diga lo que diga el otro no te interesa o lo que es lo mismo, aquello parecía la típica conversación de ascensor sobre el tiempo pero alargándose un bueeeeen rato.
 
Y analizando ese largo rato de conversación y la relación que se supone tengo con esa persona, te das cuenta que el único lazo que mantenemos es otra persona. Lo único que tenemos realmente en común.
 
Y me pregunto. ¿Qué ocurriría si esa persona desapareciera?
 
¿El último puente se derrumbaría finalmente?  ¿Sobreviviría algo? ¿Se mantendría algún pilar en pie?
 
Sinceramente, espero no comprobarlo nunca y que ese algo en común, esa único lazo que nos une, esa persona, siga ahí haciendo de puente sin saberlo durante mucho, mucho, mucho tiempo.
 
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